Los señores de la barra reían de una manera tan escandalosa que resultaba hasta insultante. Y cuanto más se crecían, más se hundía ella en su sofá. Se limitaba a observarlos, uno a uno, sus peculiares vestimentas y sus cerrados acentos. Nada era como ella recordaba, todo había cambiado radicalmente... o quizás la que había cambiado era ella.
"Que no me vean, por favor, que no me reconozcan" murmuraba mientras buscaba desesperadamente alguna salida del local por la que poder evitarlos. La sencilla idea de intercambiar un par de palabras con ellos la mataba por dentro. Quién se lo iba a decir hacía apenas un par de años. Y entonces Ella se giró a coger algo de un bolso y pareció no reparar en su presencia. Su misma mirada cansada, sus mismas canas de sabia, sus mismas manos... No sabía donde meterse. En parte deseaba abalanzarse hacia Ella, darle un abrazo y pasar un rato simplemente hablando. Como esas tardes, lejanas tardes, en las que compartían horas junto a la chimenea; y por otra deseaba huir, por el temor de lo que podían provocar los recuerdos que le traía.
Parecía que el grupo se levantaba. "Menos mal", pensó Alice.
Empezaron a ponerse los abrigos y al girarse la vió. Ahora sí. Alice notó su mirada fría en los ojos, a la vez que un escalofrío le recorrió el cuerpo, como si se le clavaran todos y cada uno de los pedacitos de cristal del vaso hecho añicos que ahora estaban esparcidos por el suelo. Era imposible olvidarse de aquel rostro, de aquellos ojos azules y de esos andares irregulares. La mujer cada vez estaba mas cerca y, Alice, cada vez más nerviosa. En el fondo le tenía un enorme cariño, pero recordaba que la última vez que se vieron fue un tanto ambigua y no sabía la imagen que tendría aquella señora de ella, ni la intención con la que se acercaba poco a poco.
-Hola Alice, lo siento. Y se fundieron en el abrazo más trasparente y emotivo que recuerdan los que estuvieron presentes. Se pudieron ver un par de lágrimas que caían por la mejilla aquel señor de camisa a cuadros y corbata azul. También se apreciaba el intento de Alice de balbucear algo, y la falta de palabras... tras repetidos intentos logró decir un ''te quiero'', tan sincero como el "perdóname tú a mi'" que lo siguió instantes después.
-Vuelve a casa.- se oyó al unísono de las bocas cansadas de los dos viejos.
-No puedo.- sentenció Alice. -Quiero, pero no puedo.
Ya no.
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