10.10.12

Simulacro de evasión.

Los señores de la barra reían de una manera tan escandalosa que resultaba hasta insultante. Y cuanto más se crecían, más se hundía ella en su sofá. Se limitaba a observarlos, uno a uno, sus peculiares vestimentas y sus cerrados acentos. Nada era como ella recordaba, todo había cambiado radicalmente... o quizás la que había cambiado era ella.

"Que no me vean, por favor, que no me reconozcan" murmuraba mientras buscaba desesperadamente alguna salida del local por la que poder evitarlos. La sencilla idea de intercambiar un par de palabras con ellos la mataba por dentro. Quién se lo iba a decir hacía apenas un par de años. Y entonces Ella se giró a coger algo de un bolso y pareció no reparar en su presencia. Su misma mirada cansada, sus mismas canas de sabia, sus mismas manos... No sabía donde meterse. En parte deseaba abalanzarse hacia Ella, darle un abrazo y pasar un rato simplemente hablando. Como esas tardes, lejanas tardes, en las que compartían horas junto a la  chimenea; y por otra deseaba huir, por el temor de lo que podían provocar los recuerdos que le traía.

Parecía que el grupo se levantaba. "Menos mal", pensó Alice. 

Empezaron a ponerse los abrigos y al girarse la vió. Ahora sí. Alice notó su mirada fría en los ojos, a la vez que un escalofrío le recorrió el cuerpo, como si se le clavaran todos y cada uno de los pedacitos de cristal del vaso hecho añicos que ahora estaban esparcidos por el suelo. Era imposible olvidarse de aquel rostro, de aquellos ojos azules y de esos andares irregulares. La mujer cada vez estaba mas cerca y, Alice, cada vez más nerviosa. En el fondo le tenía un enorme cariño, pero recordaba que la última vez que se vieron fue un tanto ambigua y no sabía la imagen que tendría aquella señora de ella, ni la intención con la que se acercaba poco a poco.

-Hola Alice, lo siento. Y se fundieron en el abrazo más trasparente y emotivo que recuerdan los que estuvieron presentes. Se pudieron ver un par de lágrimas que caían por la mejilla aquel señor de camisa a cuadros y corbata azul. También se apreciaba el intento de Alice de balbucear algo, y la falta de palabras... tras repetidos intentos logró decir un ''te quiero'', tan sincero como el "perdóname tú a mi'" que lo siguió instantes después.

-Vuelve a casa.- se oyó al unísono de las bocas cansadas de los dos viejos.
-No puedo.- sentenció Alice. -Quiero, pero no puedo. 

Ya no.


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He aquí el resultado de un "vamos a escribir algo juntas". Yo en oscuro, que soy la mayor. (Irene)
¿Algo mejor que escribir junto a una persona que está lejos pero que, gracias a cosas como esta, y algunas otras, cada vez la sientes más cerca? (Cris)

2.10.12

Aquel día, llovió.

Eras los regalos de Navidad repartidos por el salón para quince enanos con ganas y necesidad de tus arrumacos y tus besos fuertes y repetidos. Eras la tarta de nata de cada Febrero y cada Septiembre, el flash del automático que capturaba tu momento de soplar las velas, sin apenas fuerza. Eras los caramelos de menta y los gajitos de manzana de la merienda, las uvas de la nave del patio para Nochevieja y la canción de aquel viejo carrusel. Eras mis ganas de viernes para ir a verte andando desde el conservatorio, mi miedo al cruzar el único paso de cebra que había, la cara de alivio y felicidad de mi madre (tu hija) al verme llegar sana y salva. Eras la cenefa de la pared que se ha ido cayendo con los años, el óxido de la vieja máquina de escribir, el sonido chirriante de la mecedora, la ceniza de fuegos artificiales que siempre quedaba en la parra al día siguiente de las fiestas. Eras mi promesa y mis abrazos. Eras el motivo de que aquel 20 de Octubre odiara mi nombre y me aguaras el santo. Eras azul.
Eras el olor a suavizante por toda la casa y el olor a madera anciana. Eras el quejido pausado del andador. Eras los suspiros y las contadas lágrimas siempre a escondidas. Eras las ojeras de no poder pegar ojo, el dolor, la angustia, el miedo.
Y no, no eras las putas polillas que, dicen, se están comiendo los muebles. No eras la raja que se ha hecho en el techo de la habitación de arriba, ni eras el huerto que el abuelo ha dejado que se pudra. No eras el rencor que te guardaba por aquel día, ni el que le guardaba a papá por creerme lo suficientemente adulta como para soltarme semejante bombazo a las nueve menos cuarto de un lunes. No, definitivamente, tú no eras mis lágrimas del recreo.

No he vuelto a visitar tu casa, perdóname. Entiende que se me caiga el alma a los pies y un poco más abajo cada vez que me planteo ayudar a mantener tu hogar en pie. No, no podría quitar el polvo de mi ahora vacía estantería de las manualidades, me veo incapaz de subir las escaleras saltando los peldaños porque el paso del tiempo los ha taladrado, cuando hubo un tiempo en que los bajaba de dos en dos porque la felicidad que me aportabas iba a hacerme estallar. No podría barrer los recuerdos del salón lleno de olor a cerrado. Aunque tú lo creyeras, porque tú siempre creíste en mi, no soy tan fuerte. Prefiero ser la idiota que se aferra sólo a los bonitos recuerdos, y a ojos de los demás se autoengaña día a día. Pensar que no eras sino que aún ERES, que siempre vas a ser.

*Que aunque no estés, estás.


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Gracias a Álvaro, por la preciosa fotografía que tantos recuerdos me ha traído y a Tere, por compartir conmigo el significado de azul.



1.10.12

Añil.

Llegó a casa. Cansada de todo y de todos, incluyéndose a si misma. Cansada de las falsas sonrisas y de las continuas borderías. Cansada de sentir que da más cariño del que recibe.

Se sentó sobre su cama, con colcha azul añil, y se puso los cascos (como siempre, con el volumen al máximo), escuchó todas y cada una de las canciones que a su amigo, y dichoso, aleatorio le venía en gana reproducir. Unas le gustaban más, otras menos, pero ninguna había conseguido producir en ella esa reacción que tuvo con aquella canción. Era de esas canciones que describen una etapa de tu vida, una historia que gustaría vivir, o quien sabe, quizás lo que estas viviendo en este mismo momento. Lo que a ella le transmitía esa canción es algo inexplicable, tres primeros segundos de la intro y disimuladas lagrimas a modo de cataratas caían por su mejilla como si gotas de lluvia en un día de diluvio se tratase. Era aquella canción, la que con cada escucha le hacía preguntarse el porqué podía pasarlo tan mal por una persona que hacia meses que había salido, al parecer permanentemente de su vida. No paraba de preguntarse el porqué todo aún le seguía recordando a él, y el porqué día tras día pensaba en un utópico futuro en el que al menos, se volvieran a dirigir un ''hola''.

Hacía frío, pero era imposible que hiciera tanto frío como el que ella sentía en su interior. La casa estaba en silencio, tan solo se escuchaba su respiración... Se arropó, con esa manta azul añil... y difícilmente podía verse algo de ella, todo su cuerpo estaba cubierto. Todo su cuerpo menos su interior... ¿Cómo ocultar su interior si, como dicen, los ojos son el espejo del alma y nunca antes se había visto en su mirada una tristeza y un vacío tan abismal?.


Querido diario.

Ayer iba a empezar a escribir y justo me acosté. Esto es como todo, me llamo álvaro y odio las mayúsculas. Más aún odio ver mi nombre en mayúsculas, me da una importancia que no merezco ya cuando sea político si eso me pedís un autógrafo. 

A día de hoy tengo 19 años y dos días. Esto es un proyecto entre amigos, no pretendo ganarme las habichuela escribiendo, no pretendo ser escritor pero tengo deditos, un teclado y a veces algo que decir, os insto a que ignoréis mis entradas puesto que son fácilmente reconocibles por mi manera de escribir. 

Justo ahora mismo suena la banda sonora de Eduardo Manostijeras. Él sí que se merece las mayúsculas. 

Acostumbro a mentir, que lo sepáis, y la verdad no os recomiendo que seáis mis amigos pero como todo hay gente que se aventura a acercarse a mí y a veces tengo suerte y acabamos haciendo un blog. Mi libro favorito es el club de la lucha y aún no lo he terminado. 

No esperéis que os cuente mi vida, no creo que a nadie le interese sin embargo de vez en cuando entraré aquí a saludar de la misma manera que lo estoy haciendo hoy. Mero protocolo social. 

Nunca terminé ese libro y es con diferencia mi libro favorito. Habla como yo y piensa como yo. También odio a las personas que te felicitan en los cumpleaños. 

29 de setiembre del 93 y al parecer nazco. Es curioso, nueves meses de embarazo, mes número nueve. Papa y mama bebieron demasiado en fin de año. 

Lo pasé fatal cuando terminé Harry Potter, fue como... ¿y ahora qué?. No quiero que me pase eso con mi libro favorito, por eso no lo he terminado aún, lo mismo algún día me siento preparado para continuarlo. 

Harry Potter es otro personaje digno de las mayúsculas y ni siquiera existe. A veces solo hay que creer en algo para darle la importancia suficiente como para regir tu vida en función al él. Dios. No creo en dios. Por eso a partir de hoy, lo lo leeréis aquí como dios. Dios. dios. Mejor dios.

Nunca releo lo que escribo eso que lo sepáis, así que si me vais a decir que escribo mal, lo comprendo, no soy escritor, ya lo dije antes.